¿Y si la vida en la Tierra vino de Encélado?

Encélado, la luna de Saturno, es uno de los mundos más apasionantes del sistema solar gracias a su centenar de géiseres que emanan de la región polo sur. Junto con Europa y Marte es un objetivo prioritario de la comunidad científica debido a la existencia de un océano subterráneo donde la vida pudo hacer acto de presencia. Pero, ¿cómo de probable es que la vida haya surgido en este pequeño satélite?
Los géiseres de Encélado conectan directamente el océano subterráneo de esta luna con el espacio exterior (NASA/JPL).
Los géiseres de Encélado conectan directamente el océano subterráneo de esta luna con el espacio exterior (NASA/JPL).
Obviamente, no sabemos si existen formas de vida en Encélado, aunque nada nos impide especular sobre las condiciones de su aparición. El origen de la vida en la Tierra es un tema harto complejo, pero la mayor parte de investigadores están de acuerdo a que la serpentinización jugó un papel fundamental en el mismo. Este proceso químico consiste en el cambio de las propiedades de determinadas rocas (normalmente ultramáficas) al entrar en contacto con el agua. La serpentinización en las fuentes hidrotermales asociadas con la actividad volcánica es uno de los mecanismos favoritos para concebir un medio ambiente ideal para la aparición de la vida en la Tierra primigenia (aunque no es el único, ni mucho menos).
Encélado (NASA/JPL).
Encélado (NASA/JPL).
Hoy en día las fuentes hidrotermales terrestres se concentran principalmente en las dorsales oceánicas, es decir, en las zonas donde se separan las placas tectónicas. Actualmente estas regiones se extienden a lo largo de unos 80 000 kilómetros, aunque no toda esta longitud está ocupada por fuentes activas. Cuando la Tierra era muy joven, en el denominado periodo Hedeico (que va desde hace 4560 millones de años hasta hace 3800 millones de años), es posible que la actividad hidrotermal en nuestro planeta fuera superior a la actual, pero evidentemente solo una pequeña fracción de la corteza pudo estar sujeta a procesos de serpentinización, ya que la mayor parte de rocas del planeta no estaban en contacto con el agua de los océanos.
Sin embargo, Encélado es un caso distinto. Esta luna de 500 kilómetros de diámetro está formada por una corteza externa de hielo y un núcleo de rocas con fuerte presencia de agua. Desconocemos el grado actual de diferenciación del interior de Encélado, pero está claro que poco después de su formación el núcleo era una mezcla homogénea de rocas y agua. Debido a su pequeño tamaño, el centro de Encélado nunca ha podido estar sometido a una enorme presión, por lo que es posible que fuese totalmente permeable para líquidos y gases. Es decir, el proceso de serpentinización en Encélado no se limitó a las fuentes hidrotermales de los océanos como en la Tierra, sino que pudo abarcar todo el satélite, desde casi la superficie hasta el mismísimo centro (de hecho, la mayor parte de hipótesis sugieren que todavía hoy gran parte del interior rocoso es permeable). Por lo tanto, la masa de rocas sometidas a la serpentinización en Encélado sería incluso mayor -y hablamos en términos absolutos- a la de la Tierra. Teniendo en cuenta que recientemente se ha confirmado la presencia de fuentes hidrotermales en el fondo del océano de Encélado, todo indica que este proceso geológico también tuvo lugar en el pasado.
Ahora bien, la serpentinización por si sola no favorece la aparición de la vida si las temperaturas o presiones son excesivas. Pero, una vez más, Encélado nunca ha tenido este problema. El centro de la luna está a una presión de unos 24 millones de pascales, es decir, la misma presión que encontramos a tan solo 2300 metros de profundidad en los océanos terrestres. En cuanto a la temperatura, la ausencia de grandes cantidades de isótopos radiactivos impidió que el interior de Encélado se calentase hasta niveles incompatibles con la vida. La conclusión es que durante los primeros cientos de millones de años tras la formación el sistema solar el interior de esta pequeña luna pudo ser un lugar más favorable para la aparición de la vida que la propia Tierra.
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Modelo del interior de Encélado con el océano del polo sur (NASA/JPL).
Además de rocas, agua y calor, Encélado posee importantes cantidades de materia orgánica, por lo que tenemos todos los ingredientes necesarios para que surjan formas de vida microscópicas. Pero lo realmente fascinante es que Encélado posee un mecanismo de transporte único que conecta el océano subterráneo directamente con el espacio exterior. Por supuesto, hablamos de los famosos géiseres del polo sur. Más de cien chorros activos emiten partículas formadas por hielo, sales y sustancias orgánicas al exterior. La mayoría de estas partículas forman el anillo E alrededor de Saturno, pero muchas terminan esparciéndose por todo el sistema de satélites del planeta -incluyendo Titán- y algunas escapan hacia el resto del sistema solar.
La posibilidad de que las partículas del interior de Encélado lleguen hasta los planetas terrestres es muy baja, pero en absoluto nula. Si tenemos en cuenta el efecto Poynting-Robertson, una partícula pequeña (de unas diez micras) situada a la distancia de Saturno del Sol -unos 1500 millones de kilómetros- tardaría 650 000 años aproximadamente en alcanzar la órbita de la Tierra. Es posible que incluso menos si hablamos de partículas de mayor tamaño, ya que en este caso entrarían en juego otras fuerzas como el efecto Yarkovsky. Por último, el pequeño tamaño de las partículas les permitiría sobrevivir a la entrada en la atmósfera terrestre sin resultar destruidas.
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Tiempo para alcanzar una órbita por debajo de 10 UA para una partícula según el efecto Poynting-Robertson. Las líneas corresponden a distintos tamaños de partículas (de arriba a abajo: 25, 20, 15 y 10 micras) (L. Czechowski).
En definitiva, su alto potencial de habitabilidad combinado con su pequeño tamaño hace de Encélado una fuente única de panspermia para todo el sistema solar primigenio. Aunque otros mundos fueran más favorables para la aparición de la vida, ninguno dispone de un mecanismo capaz de inyectar formas de vida directamente al espacio con tanta facilidad. Hasta ahora, el único fenómeno invocado por la panspermia para justificar el intercambio de formas de vida entre mundos eran los grandes impactos de cometas y asteroides contra las superficies planetarias, pero esta pequeña luna nos señala otra posible vía. Puede que Encélado sea -o haya sido- un aspersor natural de microorganismos, todo un ejemplo de que la vida no necesita de simios con un programa espacial para expandirse por el cosmos.
Obviamente, es más que probable que la vida nunca haya surgido en Encélado. Por un lado, muchas teorías apuntan a que el océano subterráneo es un fenómeno transitorio y en absoluto permanente. Por otro lado, quizá el Encélado primigenio no era un lugar tan favorable para la vida como creemos. Quizá, pero no lo sabremos hasta que vayamos allí y analicemos de primera mano los géiseres de esta pequeña luna. Y es que los chorros de Encélado nos ofrecen -a la espera de que se confirme la existencia de los géiseres de Europa- una oportunidad única en el sistema solar: analizar directamente la composición de un océano alienígena sin necesidad de mandar una sonda a la órbita o a la superficie de esta luna.
Por último, y como ya hemos señalado por aquí anteriormente, no olvidemos que las partículas del océano de Encélado no solo se distribuyen por el sistema solar. Algunas viajan hacia el sistema solar interior, pero otras terminan por abandonar el reino del Sol para internarse en el espacio interestelar. La posibilidad de que haya partículas procedentes de Encélado con microorganismos en su interior vagando por la Galaxia es ciertamente perturbadora, pero si tenemos en cuenta que el vecindario galáctico debe estar repleto de mundos similares a Encélado entonces las repercusiones serían mucho más fascinantes. Porque es posible que aquí, en nuestro sistema solar, y ahora haya partículas procedentes de otros encélados extrasolares. Y, quién sabe, algunas podrían transportar formas de vida.
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Estructuras, denominadas ‘zarcillos’, en el anillo E de Saturno. La fuente de las partículas del anillo, Encélado, se aprecia en medio de la imagen (NASA/JPL).

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