Las misiones del transbordador espacial al telescopio Hubble que nunca fueron
Este mes la NASA conmemora los 25 años del lanzamiento del telescopio espacial Hubble, el observatorio orbital más famoso de todos los tiempos. Sin embargo, un hecho que no es tan conocido es que el Hubble bien podría haber alcanzado el espacio cuatro años antes de lo previsto.
El Hubble había sido diseñado para ser lanzado exclusivamente por el transbordador espacial a principios de los años 80. De hecho, el telescopio espacial llegó a convertirse en una de las justificaciones principales de la mismísima existencia del programa shuttle. Lamentablemente, el desarrollo del Hubble estuvo repleto de retrasos y sobrecostes, así como de graves problemas relativos a los elementos principales del telescopio. Como luego quedaría más que patente, Perkin-Elmer, el contratista principal de la óptica, había construido el espejo primario de 2,4 metros de diámetro con aberración esférica, un grave defecto para cualquier telescopio, pero más aún para un instrumento situado en órbita baja terrestre.
Este defecto solo sería conocido una vez el telescopio estuviese en el espacio, pero ya a principios de la década de los 80 los problemas de comunicación entre el centro Marshall de la NASA y Perkin-Elmer eran más que evidentes. Estos problemas eran en buena medida resultado del origen militar de la óptica del telescopio, proveniente de los satélites espías KH-11 KENNEN. Como resultado, en octubre de 1983 la NASA decidió retrasar el lanzamiento del telescopio espacial al otoño de 1986, al mismo tiempo que se cambió el nombre del proyecto de Space Telescope -así, a secas-, a Hubble Space Telescope (HST), en honor del famoso astrónomo Edwin P. Hubble.
La misión encargada de poner al Hubble en órbita sería la STS-61J, a cargo del por entonces transbordador más nuevo de la flota de la NASA, el Atlantis. Según la confusa nomenclatura de la NASA introducida en 1984, el primer dígito de la misión hacía referencia al último número del año fiscal en el que tendría lugar el lanzamiento, mientras que el segundo designaba el centro de lanzamiento: ‘1’ para el Centro Espacial Kennedy (Florida) y ‘2’ para la base de Vandenberg (California). La letra señalaba el orden previsto en la secuencia de misiones.
La tripulación estaba formada por John Young (comandante), Charles Bolden (piloto), Kathryn Sullivan, Steven Hawley y Bruce MacCandless. John Young era por entonces una auténtica leyenda en la NASA después de haber participado en las misiones Gémini 3, Gémini 10, Apolo 10, Apolo 16 -durante la cual llegó a caminar sobre la Luna-, STS-1 y STS-9. Con la STS-61J Young habría batido un récord al convertirse en el primer astronauta en llevar a cabo siete vuelos espaciales, un récord que luego alcanzarían Jerry Ross y Franklin Chang-Diaz. Young y Bolden -el actual administrador de la NASA- fueron nombrados miembros de la tripulación a finales de 1985, pero en abril de ese mismo año ya se conocían los nombres de los tres especialistas de misión, que incluso se entrenaron com unidades de propulsión MMU para paseos espaciales de emergencia, aunque estas unidades no se llegarían a usar en ninguna de las misiones relacionadas con el Hubble.
Para abril de 1985 estaba previsto que la misión STS-61J Atlantis despegase el 8 de agosto de 1986, aunque para noviembre la fecha ya se había retrasado al 18 de agosto. El aterrizaje sería cinco días después. De todas formas, estas fechas eran meramente orientativas y prácticamente nadie confiaba en que el Atlantis despegase según lo previsto. En realidad, la posibilidad de que la misión fuese pospuesta a 1987 era muy real teniendo en cuenta los retrasos que arrastraba el telescopio espacial. La puesta en órbita del Hubble tendría lugar antes de la misión STS-61M Challenger, con un satélite de comunicaciones TDRS de la NASA, y la STS-61K Columbia, que efectuaría una misión científica de tipo Spacelab.
Nunca sabremos si la STS-61J Atlantis hubiese sido aplazada, porque el 28 de enero de 1986 el transbordador Challenger se desintegró sobre los cielos de Florida matando a sus siete tripulantes. Pero, ¿qué habría pasado si la misión STS-51L hubiese sido un éxito? Evidentemente, esto no deja de ser un ejercicio de ficción inútil, pero no por ello es menos interesante. Una siniestra posibilidad es que un accidente mortal hubiera tenido lugar en la STS-61J, con lo cual, además de las vidas de los astronautas, habríamos perdido el telescopio Hubble. Otra posibilidad es que el fallo catastrófico hubiera sucedido despuésde que el Hubble hubiera alcanzado la órbita. En ese caso el telescopio espacial habría comenzado a funcionar cuatro años antes y, obviamente, también se habría detectado antes el problema de la aberración esférica del espejo principal. No obstante, sin transbordadores operativos, una posible misión de reparación habría tenido necesitado más tiempo y quizá hubiésemos convivido más años con un Hubble ‘miope’.
La principal consecuencia de la tragedia del Challenger fue la cancelación de todas las misiones planeadas para el transbordador hasta nueva orden. A pesar de todo, la NASA esperaba en un principio reanudar las misiones en 1987, pero pronto quedó claro que el programa del shuttle requería profundas modificaciones, tanto técnicas como de gestión, antes de volver al espacio. A mediados de 1987 la NASA hizo público el nuevo calendario de lanzamientos. La agencia espacial decidió volver a la nomenclatura inicial para nombrar las misiones y como resultado el Hubble sería puesto en órbita por la STS-31 Columbia en junio de 1989. La STS-31 debía ser la quinta misión del programa después de la STS-26 Discovery, que marcaría la vuelta al servicio del transbordador en junio de 1988 (finalmente lo haría el 29 de septiembre de 1988). Previamente se situarían en órbita dos satélites TDRS -una prioridad para la NASA después de que se perdiese uno durante la misión STS-51L-, dos cargas militares secretas y la sonda Magallanes para el estudio de Venus. Sea como fuere, el Hubble debía esperar a que la constelación de satélites geoestacionarios TDRS estuviese lista, ya que debía emplear este sistema para transmitir sus preciosos datos a la Tierra.
La tripulación era la misma salvo por una importante excepción: John Young ya no sería el comandante, sino Loren Shriver. Las malas lenguas dijeron que el todopoderoso Young había caído en desgracia tras criticar a la agencia después del accidente del Challenger, aunque en realidad la principal razón del reemplazo hay que buscarla en el cambio de dirección dentro de la oficina de astronautas de la NASA.
La elección del Columbia como orbitador para la STS-31 no era la más acertada teniendo en cuenta que era el transbordador más viejo y pesado de los tres que quedaban. Una mala combinación para una misión en la que debía situar un satélite de once toneladas en una órbita de casi 600 kilómetros, una altura excepcional para una misión del shuttle. Por este motivo, a principios de 1988 la NASA decidió asignar el transbordador Discovery a la STS-31, aunque mantuvo la fecha de lanzamiento para junio de 1989. Pero el manifiesto de misiones del transbordador nunca estuvo grabado en piedra. En el otoño de 1988 la NASA volvió a cambiar de transbordador y una vez más asignó el Atlantis a la STS-31, que ahora debía despegar en febrero de 1990.
Pero una vez más, la NASA cambió de orbitador y terminaría por asignar otra vez el Discovery a la STS-31. Sin embargo, la misión tuvo que ser aplazada a abril de 1990 después de que la agencia espacial decidiese adelantar la misión STS-32 Columbia a enero de 1990 para que pudiese rescatar el satélite LDEF antes de que reentrase en la atmósfera. Por fin, el despegue de la STS-31 Discovery tendría lugar el 18 de abril de 1990. Curiosamente, la NASA adelantó la fecha al 10 de abril, pero un fallo en una de las unidades de potencia auxiliar (APUs) obligó a posponer el lanzamiento al 24 de ese mismo mes. Después de tantos cambios y retrasos, es casi un milagro que el Discovery despegase el 24 de abril de 1990 sin mayores incidentes. Un día más tarde Steven Hawley sería el encargado de sacar al Hubble de la bodega de carga usando el brazo robot del transbordador.
Una vez en órbita, el Hubble sería visitado por cinco misiones para repararlo e instalar nuevos instrumentos (STS-61 Endeavour, STS-82 Discovery, STS-103 Discovery, STS-109 Columbia y STS-125 Atlantis). Por motivos obvios, de toda la flota de transbordadores solamente el Challenger no llegaría a visitar este venerable instrumento. Además de estas misiones hubo otras relacionadas con el Hubble que nunca se llevaron a cabo. Por ejemplo, en 2003, antes del accidente del Columbia, hubo un breve debate sobre si traer a la Tierra el telescopio para exhibirlo en el museo Smithsonian de Washington antes de la retirada definitiva del transbordador espacial. Aunque esta misión nunca llegó a ser considerada seriamente, suele aparecer en algunas fuentes como la STS-144 Columbia. Dos misiones que sí serían canceladas a resultas del accidente del Columbia de 2003 serían la STS-122 y la STS-128, ambas misiones de servicio del Hubble que, paradójicamente, debían haber corrido a cargo del Columbia y que habrían despegado en abril de 2004 y agosto de 2005 respectivamente.
La tragedia del Columbia tuvo como consecuencia positiva el que la última misión de mantenimiento, la STS-125, se llevase a cabo en 2009, cuatro años antes más tarde de lo previsto, lo que ha permitido prolongar la vida útil de este magnífico telescopio. Esperemos que dure muchos años más.
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