Las misteriosas nubes marcianas de gran altitud

Marte sigue dándonos sorpresas. Pero el último descubrimiento del planeta rojo no proviene de Curiosity ni de ninguna de las otras sondas marcianas -seis, para ser exactos- que están en servicio en estos momentos, sino de imágenes de astrónomos aficionados (!) y del telescopio espacial Hubble. Y es que un grupo de investigadores liderado por el español Agustín Sánchez Lavega -uno de los mayores expertos en atmósferas planetarias del mundo, por cierto- ha descubierto unas extrañas formaciones a gran altitud en la atmósfera de Marte.
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Nubes a gran altitud en Marte vistas por W. Jaeschke y D. Parker el 21 de marzo de 2012 (ESA).
Dos penachos de naturaleza desconocida aparecieron en el terminador matutino del planeta a una altura de 200-250 kilómetros en marzo y abril de 2012. Fueron captados por astrónomos aficionados de todo el mundo y su aparición cogió a todo el mundo por sorpresa. Nadie sabe exactamente cuál es su naturaleza y en su momento se pensó que eran simples artefactos de la óptica o el procesado de imágenes. Pero no, las estructuras son reales. Entonces, ¿qué son?¿Nubes?¿Polvo en suspensión? Hasta la fecha, las nubes más altas de cristales de hielo de agua o dióxido de carbono que habían aparecido en Marte lo habían hecho a unos cien kilómetros de altitud. En cuanto a la segunda opción, Marte es famoso por sus gigantescas tormentas de polvo, pero el caso es que no se han detectado concentraciones apreciables de polvo en suspensión por encima de sesenta kilómetros sobre la superficie.
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Gif animado de la nube marciana vista el 20 de marzo de 2012 (ESA/W. Jaeschke).
Las estructuras descritas por Sánchez Lavega y sus colegas en un reciente artículo en Nature se formaron en menos de diez horas. Su aspecto cambiaba diariamente y fueron visibles por espacio de diez días seguidos. Los dos penachos se formaron sobre la región de Terra Cimmeria y su extensión alcanzaba los mil kilómetros (!). Curiosamente, solo fueron visibles al amanecer, lo que indica una actividad cíclica relacionada con la rotación del planeta. Intrigados por el fenómeno, los investigadores decidieron buscar en imágenes de archivo del telescopio espacial Hubble tomadas entre 1995 y 1999, encontrando varias nubes similares que aparecieron a alturas de cien kilómetros. Sin embargo, el 17 de mayo de 1997 el Hubble captó una formación inusualmente alta similar a las que aparecieron en 2012. O sea, que el fenómeno de 2012 no fue único.
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Nube a gran altitud vista por el Hubble en 1997 (NASA/ESA).
Al estar situados a semejante altitud, los penachos se internan claramente en la ionosfera y la exosfera marciana, de ahí que se sospeche que su naturaleza tenga que ver más con la actividad magnética que con las nubes. Y es que aunque Marte carece de un campo magnético dipolar y global como el de nuestro planeta, desde 2005 sabemos que sí posee zonas con campos magnéticos locales que generan pequeñas auroras. Estas anomalías magnéticas son capaces de crear auroras a alturas de unos 130 kilómetros, por encima de las nubes de hielo, pero claramente por debajo de las estructuras recién descubiertas.
En cualquier caso, y contra todo pronóstico, Sánchez Lavega y su equipo han determinado que las medidas fotométricas de los penachos son consistentes con nubes de hielo (de agua o dióxido de carbono) formadas por partículas de 0,1 micras de diámetro, descartando así que estén formadas por polvo en suspensión. La pega es que la atmósfera debería ser mucho más fría de lo esperado a esas alturas para permitir la formación de estas nubes. Eso sí, teniendo en cuenta que la en zona donde aparecieron se ha detectado actividad magnética, también podría tratarse de auroras mil veces más brillantes que las terrestres. Ahora bien, resulta prácticamente imposible explicar cómo se pueden producir semejantes auroras con el ridículo campo magnético fósil de la corteza marciana. En definitiva, lo llamativo del caso es que actualmente no es posible explicar su existencia con los modelos atmosféricos que tenemos a mano. Simplemente, estas nubes no deberían existir.
Es de esperar que, ahora que sabemos que estas estructuras son reales, alguna sonda espacial las pueda observar directamente. Las sondas MAVEN y MOM, que llegaron el año pasado a Marte con el objetivo de investigar precisamente la alta atmósfera del planeta y su interacción con el viento solar, tendrán mucho que decir al respecto. Por el momento, Marte tiene un nuevo misterio.

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