¿Misiones espaciales conjuntas entre Rusia y China?

Era cuestión de tiempo. Después de que el clima internacional haya obligado a Rusia a buscar alianzas en China en materia económica, ya se están escuchando las primeras voces a favor de una colaboración entre los dos países. Y no cualquier voz, sino nada más y nada menos que la del jefe de la agencia espacial rusa Oleg Ostápenko. El bueno de Oleg ha sugerido que astronautas rusos podrían participar en alguna misión de una nave Shenzhou china hacia la estación espacial Tiangong. Recíprocamente, astronautas* chinos viajarían a bordo de una Soyuz rusa para visitar la estación espacial internacional (ISS).
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Naves tripuladas chinas Shenzhou y Tiangong (Paco Arnau/ciudad-futura.net).
Por el momento se trata de una simple propuesta, pero de concretarse daría un vuelco a la exploración espacial tripulada actual. En todo caso, los cosmonautas rusos no podrían viajar a la TIangong 1 -actualmente en órbita- debido a que esta pequeña estación ya ha cumplido su vida útil con las misiones Shenzhou 8 (no tripulada), Shenzhou 9 y Shenzhou 10. Habría que esperar entonces a 2016 al lanzamiento de la Tiangong 2 o incluso a 2018, cuando despegará el núcleo de la estación pesada de 60 toneladas (que también se llamará Tiangong). Sea como sea, la oferta rusa no es la primera, ya que la agencia europea del espacio (ESA) también ha mostrado interés en realizar vuelos tripulados conjuntos con China.
Más allá del intercambio de astronautas, otras misiones conjuntas son por ahora imposibles debido a problemas políticos y técnicos. Las Soyuz no pueden viajar a las estaciones Tiangong porque éstas se encuentran situadas en una órbita de 45º, imposible de alcanzar desde Baikonur. Además, las Soyuz carecen del sistema de acoplamiento andrógino que emplean las Shenzhou para acoplarse a las Tiangong. Esto último no deja de ser una paradoja, ya que el sistema que usan los chinos se basa en el APAS-89desarrollado por la URSS para los acoplamientos de los transbordadores del programa Burán con la Mir. De hecho, la Soyuz TM-16 llegó a volar usando un APAS-89, pero se trató de una misión única y no repetible (esta Soyuz debía haber formado parte de laprimera misión tripulada del programa Burán).
Por contra, la visita de una Shenzhou a la ISS podría ser viable con ligeras modificaciones al sistema de acoplamiento. Sin embargo, una misión así es imposible por motivos políticos. En la ISS, los puertos de atraque andróginos con el sistema de acoplamiento APAS-95 (similar al APAS-89) están situados en el segmento norteamericano y Estados Unidos ya ha dejado muy claro en repetidas ocasiones su oposición frontal a cualquier forma de colaboración china en la ISS.
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Soyuz TM-16 con el sistema APAS-89.
Es por esto que la visita de un astronauta chino a la ISS sería toda una provocación por parte de Rusia hacia sus socios en la ISS. Podría ser que Rusia quisiera presionar de esta forma a los EEUU como represalia por las sanciones económicas recientemente impuestas a raíz del conflicto de Ucrania. Y no sería la primera vez que Rusia lleva tripulantes a la ISS que no son del agrado de los estadounidenses. Ya en 2001 la NASA se opuso frontalmente al viaje a la ISS del primer turista espacial, Dennis Tito (paradójicamente, de nacionalidad norteamericana). Pero las presiones fueron en vano y Tito terminaría por viajar a la ISS, por lo que la NASA se tuvo que tragar sus amenazas.
Otro debate más interesante es el de si a Rusia le merece la pena una colaboración espacial con China. A pesar de los recientes deseos del Kremlin por unir lazos entre las dos naciones, a nadie se le escapa que China ha desarrollado su programa espacial tripulado ‘imitando’ un gran número de sistemas espaciales soviéticos o rusos, cuando no copiándolos directamente (trajes espaciales, sistema APAS, torre de escape de la Shenzhou, etc.). Aunque la China actual ha cambiado mucho desde los años 90 -el periodo en el que se llevaron a cabo la mayor parte de ‘asimilaciones’ tecnológicas-, persiste cierto recelo por parte de la industria aeroespacial rusa. Puede que en el panorama espacial las ventajas estratégicas y económicas venzan con el tiempo esta desconfianza, al igual que ha ocurrido en el terreno aeronáutico a pesar las copias chinas de los aviones Su-27 y Su-33, pero lo que está claro es que la colaboración espacial entre los dos países debe superar una barrera de confianza.
Estación espacial china de 2020.
Estación espacial china de 2020.
Igualmente nos podemos preguntar: ¿qué puede sacar partido China de una colaboración espacial con Rusia? Hace veinte años la respuesta estaba clara, pero hoy en día ya no tanto. China ha avanzado muchísimo en casi todos los ámbitos de su programa espacial y ya hay pocas áreas en las que Rusia tenga una ventaja considerable. Una de estas ventajas son los motores cohete, mientras que la otra es, precisamente, las tecnologías asociadas a las estaciones espaciales de larga duración.
Independientemente de lo que pase con Rusia, China planea invitar a otras naciones a su futura estación espacial de 60 toneladas. Por ahora la invitación está dirigida principalmente a otras naciones asiáticas, pero podría ampliarse a Rusia si la vida útil de la ISS no se prolonga más allá de 2024.
(*): sí, astronautas y no ‘taikonautas’. Aprovechamos una vez más para recordar que la palabra taikonauta es un neologismo que no existe en mandarín. En este idioma astronauta se dice yuhanghyuan (宇航员) o, a veces, hangtianyuan (航天员).

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