Intrusión de agua. O cuando un astronauta casi muere ahogado en el espacio

El 16 de julio de 2013 el astronauta italiano Luca Parmitano se encontraba fuera de la estación espacial internacional (ISS) realizando una actividad extravehicular (EVA-23) cuando entre 1 y 1,5 litros de agua aparecieron de improviso en la parte trasera del casco de la escafandra EMU. Poco a poco, el agua se trasladó hasta la cara y entró en los ojos, oídos y nariz de Parmitano, obligando a cancelar el paseo espacial. El astronauta regresó a duras penas hasta la esclusa Quest del segmento norteamericano de la ISS sin poder comunicarse, ciego, sordo y mudo por culpa del agua. Parmitano, que en todo momento hizo gana de una enorme profesionalidad, logró alcanzar sano y salvo el interior de la estación. Todo se quedó en un susto, pero nunca la posibilidad de que un astronauta muriese ahogado en el espacio había sido tan alta.
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El traje EMU de Luca Parmitano tras la EVA 23 del 16 de julio de 2013 (NASA).
¿Qué pasó durante la EVA-23 de julio de 2013? Tras estudiar el incidente durante varios meses, la NASA acaba de publicar el informe preliminar del accidente, aunque la investigación todavía permanece abierta. Para que nos hagamos una idea de la gravedad del tema, la agencia ha clasificado el incidente como un suceso de ‘pérdida de vida potencial’. O sea, grave de narices.
En un principio se pensó que el agua procedía de los depósitos de agua potable que lleva el traje. Durante la anterior actividad extravehicular (EVA 22), Parmitano ya había experimentado una fuga de agua en el traje SEMU (Short Extravehicular Mobility Unit) 3011, aunque los astronautas se dieron cuenta de la misma una vez finalizado el paseo espacial. Entre medio litro y un litro de agua apareció en la parte trasera del casco cuando los dos astronautas ya estaban dentro de la esclusa Quest. El control de la misión aceptó la sugerencia de Parmitano de que el agua podía provenir del depósito de agua potable -cuya válvula habría dejado abierta de forma involuntaria al tocarla con la barbilla- y no se investigó más el asunto. Parmitano usaría el mismo traje SEMU 3011 para la EVA 23, pero se cambiaron las bolsas de agua potable pensando que el fallo estaba en ellas. 
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Bolsa de agua potable de un traje EMU (NASA).
Pero no lo estaba. Y es que el problema no era el agua potable, sino el agua procedente del circuito de refrigeración del traje EMU. Durante los paseos espaciales los astronautas llevan una especie de pijama cubierto por tubos denominado LCVG (Liquid Cooling and Ventilation Garment) por los que corre el agua para mantener la temperatura del astronauta dentro de unos límites aceptables. El agua de este sistema pasa por un circuito separador, pero durante la EVA-23 partículas extrañas de silicato de aluminio -de origen desconocido- bloquearon un filtro dentro de este circuito, provocando que el agua se vertiese por error en el sistema de ventilación del traje, que la transportó hasta el casco. La NASA todavía no sabe cómo se produjo exactamente el bloqueo del filtro ni por qué nadie fue capaz de prevenir este fallo a pesar que que el EMU es un modelo de escafandra con casi cuarenta años de desarrollo a sus espaldas. Los trajes EMU de la ISS han sido certificados para poder operar durante seis años, pero la comisión de investigación ha descubierto que la certificación de ciertas partes -como el circuito defectuoso- es más que dudosa.
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Traje EMU (NASA).
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El traje LCVG con tubos por los que corre el agua de refrigeración (NASA).
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Circuito separador del agua donde se produjo el fallo (NASA).
No obstante, el informe preliminar señala otros fallos de seguridad potencialmente peligrosos. Por ejemplo, no se entiende cómo el control de la misión tardó 23 minutos en cancelar la EVA desde que Parmitano comunicó que había una fuga de agua en su traje, una fuga que, como hemos visto, no era la primera vez que tenía lugar. El control debía haber cancelado la EVA inmediatamente, pero no lo hizo. Si la fuga hubiese sido mayor, Parmitano podría haberse ahogado antes de llegar a la esclusa.
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Luca Parmitano dentro de su traje EMU antes de la peligrosa EVA-23 (NASA).
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Parmitano y su compañero Chris Cassidy se ponen los trajes EMU antes de la EVA-23. Llevan puestos los LCVG (NASA).
Paradójicamente la investigación ha revelado que uno de los momentos más peligrosos del accidente tuvo lugar después del paseo espacial. La tripulación usó una aspiradora para succionar el agua del interior del traje EMU, pero parece ser que en el proceso también absorbió una gran cantidad de oxígeno puro procedente del tanque de oxígeno de alta presión. La mezcla de oxígeno puro a alta presión y electricidad dentro del aparato podría haber provocado un incendio fácilmente, aunque afortunadamente no se produjo. El objetivo de la NASA ahora es saber de dónde procedían las misteriosas partículas que bloquearon el filtro del sistema de refrigeración.
El incidente de la EVA-23 nos recuerda una vez más lo hostil e imprevisible que es vivir en el espacio. El peligro siempre puede presentarse de la forma más inesperada. Ahogarse en medio del vacío del espacio era hasta el año pasado lo último que podía pasársele por la cabeza a un astronauta a la hora de sopesar los peligros de su profesión. Ahora es un riesgo muy real que habrá que tener en consideración en el futuro.

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