¿Cómo puede afectar el conflicto en Ucrania a la exploración del espacio?

A no ser que hayas pasado las últimas semanas encerrado en una cueva, a estas alturas te habrás enterado de la difícil situación que se vive en Ucrania. Al margen de las implicaciones estratégicas a nivel internacional, la escalada del conflicto podría tener serias repercusiones en el programa espacial de varios países, incluyendo el de Estados Unidos y, obviamente, el ruso. Veamos cuáles.
Las implicaciones de la crisis de Ucrania en el terreno espacial tienen una doble vertiente. Por un lado, el conflicto podría afectar al propio programa espacial ucraniano y, por otro, existe la posibilidad de que cause un efecto rebote en otros países.

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Emblema de la agencia espacial ucraniana (Wikipedia).

Programa espacial ucraniano

Aunque el país cuenta con una agencia espacial propia (NKAU), no se puede hablar del programa espacial ucraniano sin mencionar a las empresas KB Yuzhnoe y PA Yuzhmash. De hecho, se suele decir que KB Yuzhnoe es el programa espacial ucraniano. Por lo general Yuzhnoe (también conocida como Pivdenne en ucraniano) se dedica a diseñar los distintos sistemas espaciales, mientras que Yuzhmash (también conocida como Pivdenniy Mashinobudivniy M. Makarov) es la encargada de las tareas de montaje y fabricación. Las dos empresas se encuentran en la ciudad de Dnipropetrovsk, es decir, en la parte de Ucrania de mayoría ruso parlante (como anécdota, vale la pena señalar que uno de los primeros presidentes de Ucrania, Leonid Kuchma, fue director de Yuzhmash).

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Algunos cohetes en los que ha participado la industria ucraniana (KB Yuzhnoe).
Ambas compañías son descendientes de la oficina de diseño OKB-586 de Mijaíl Yangel, fundada en los años 50 por el gobierno soviético para liberar de trabajo a la mítica OKB-1 del Ingeniero Jefe Serguéi Koroliov. La oficina de Yangel sería la responsable de la fabricación de misiles balísticos de alcance medio R-12 y R-14 -protagonistas de la Crisis de Cuba- para después dedicarse a la creación de misiles intercontinentales, entre los que se encuentran los R-16, R-36, R-36M, MR-UR-100 o RT-23.
En el plano espacial, la oficina de Yangel alcanzaría la fama gracias a las versiones de sus misiles para lanzamientos espaciales, destacando los cohetes Kosmos (variante espacial de los R-12 y R-14), Tsiklón 2 (versión espacial del R-16) y Tsiklón 3 (variante del R-36). La oficina Yangel también diseñó un cohete gigante para el programa tripulado lunar que nunca vio la luz (el R-56) y creó el famoso Zenit, concebido dentro del marco del programa Energía-Burán.

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Leonid Kadenyuk es hasta el momento el único cosmonauta ucraniano tras volar en el shuttle norteamericano en 1997. La mayoría de cosmonautas nacidos en Ucrania que todavía están en servicio se pasaron a Rusia tras la desaparición de la URSS (Wikipedia).
Tras la caída de la URSS Ucrania se vio sin centro de lanzamiento espacial propio, por lo que la actividad del sector espacial del país se manifiesta a través de la cooperación con Rusia, Estados Unidos, Europa y Brasil. Actualmente Ucrania participa a través de Yuzhnoe y Yuzhmash en la construcción de cuatro lanzadores espaciales: Zenit, Antares, Vega, Dnepr y Tsiklón 4. Las fuerzas armadas rusas todavía poseen una cantidad indeterminada de antiguos Kosmos-3M y Tsiklón 3, pero es muy poco probable que en el futuro se lance alguno de ellos. El Zenit (11K77) es el lanzador espacial más potente en el que interviene Ucrania, capaz de situar 13 toneladas en órbita baja y 6,2 toneladas en órbita de transferencia geoestacionaria. Viene en tres versiones, Zenit-3SLB, Zenit-3SL y Zenit-3F. El Zenit-3SL se lanza desde la plataforma Odyssey en medio del océano Pacífico, mientras que el Zenit-3SLB y el Zenit-3F despegan desde el cosmódromo de Baikonur en Kazajistán. Los Zenit-3SL y 3SLB se comercializan en el mercado internacional a través de la empresa Sea Launch y su filial Land Launch, respectivamente. Los lanzamientos del Zenit-3F con una etapa superior Fregat fabricada por la empresa rusa NPO Lávochkin están reservados para misiones de la agencia espacial rusa Roscosmos.

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Los cohetes Zenit y Dnepr cuentan con participación ucraniana (KB Yuzhnoe).
La situación del Zenit es complicada. La empresa Sea Launch fue creada a mediados de los años 90 entre Estados Unidos, Rusia, Ucrania y Noruega gracias a un acuerdo gestado por la administración Clinton (las malas lenguas dicen que Sea Launch fue fruto de un compromiso entre la Casa Blanca y el presidente Kravchuk para garantizar una Ucrania independiente). Tras quebrar hace pocos años, en la actualidad la propietaria de facto es la empresa rusa RKK Energía. Aunque la estructura y varios sistemas del Zenit se fabrican en Ucrania, el cohete no es ni mucho menos 100% ucraniano. El motor RD-171 de la primera etapa -el más potente del mundo de combustible líquido- es obra de la empresa rusa NPO Energomash, mientras que la etapa superior Blok-DM-SL está fabricada en Rusia por RKK Energía. A pesar de que el gobierno ruso no siente muchas simpatías por el Zenit debido a su origen ucraniano, RKK Energía -fabricante de las naves Soyuz- quiere construir un cohete más potente basado en este vector para lanzar la nueva nave tripulada rusa PTK-NP desde el cosmódromo de Baikonur o Vostochni.

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El Zenit-3SL se lanza desde la plataforma Odyssey en el Pacífico gracias a la empresa Sea Launch (Sea Launch).
Las empresas Yuzhnoe y Yuzhmash también tienen un papel relevante en el cohete Dnepr (15A18 o Dnipro en ucraniano). Este lanzador se trata en realidad de un misil intercontinental R-36MUTTKh Voevoda ligeramente modificado para poder lanzar hasta dos toneladas en órbita baja. De acuerdo con los tratados de desarme, Rusia y los Estados Unidos deben deshacerse de una cierta cantidad de misiles sobrantes de la Guerra Fría y una buena manera de cumplir con estas obligaciones es usarlos para lanzar satélites (los EEUU hacen lo propio con los cohetes Minotaur).
El Dnepr es el cohete espacial más barato en servicio, de ahí su enorme popularidad en todo el mundo. Los misiles son propiedad de las fuerzas armadas rusas, pero su comercialización está gestionada por la empresa Kosmotras, creada conjuntamente entre las agencias espaciales de Rusia y Ucrania. Los ingenieros de Yuzhnoe participan en las operaciones de lanzamiento del misil, que puede despegar desde Baikonur o desde el cosmódromo de Yasni en Rusia (antigua base de misiles de Dombarovski). Las relaciones entre Rusia y Ucrania con respecto al Dnepr son bastante turbulentas por culpa de la forma de repartir los beneficios del tinglado comercial. De hecho, en su momento el ministerio de defensa ruso se negó a poner dinero para modificar más silos para el Dnepr. Para colmo, Rusia ha tenido bastantes roces con Kazajistán por culpa de este lanzador, ya que determinadas misiones requieren azimuts de lanzamiento que sobrevuelan zonas relativamente pobladas y la república asiática se ha negado en varias ocasiones a permitir el paso de este lanzador por encima de su territorio  (nada que un nuevo acuerdo económico entre los dos países no haya podido solucionar).  
Ucrania fabrica también la primera etapa del cohete norteamericano Antares, a excepción de los motores (dos NK-33-1 de fabricación soviética). Este lanzador de la empresa Orbital es capaz de poner en órbita baja 5,2 toneladas y se usa, entre otras cosas, para mandar la nave de carga Cygnus a la estación espacial internacional (ISS). Otra colaboración de Ucrania con países occidentales la tenemos en el pequeño cohete europeo Vega, ya que Yuzhnoe se encarga de suministrar el motor RD-869 de la etapa superior AVUM.

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La primera etapa del cohete norteamericano Antares está fabricada en Ucrania. Los motores son dos NK-33-1 de fabricación soviética (Orbital Sciences).

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El cohete europeo Vega cuenta con una etapa superior dotada de un motor de fabricación ucraniana (ESA).
Pero el único cohete casi totalmente ucraniano es el Tsiklón 4, una versión modernizada del Tsiklón 3 capaz de situar 5,3 toneladas en órbita baja. Y digo ‘casi’ porque los motores de este lanzador están fabricados por NPO Energomash de Rusia. El Tsiklón 4 ha sido protagonista de una rocambolesca historia como resultado de la cual terminará siendo lanzado desde el centro espacial de Alcantara, en Brasil. Brasil y Ucrania crearon la empresa conjunta ACS (Alcântara Cyclone Space) en 2006 tras un acuerdo de cooperación firmado por ambos países en 2003. El primer lanzamiento de este cohete ha sido pospuesto en numerosas ocasiones, pero ahora se espera que tenga lugar en 2015. El Tsiklón 4 será el primer cohete ucraniano que despegue desde un centro espacial no gestionado por Rusia.

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El Tsiklón 4 debe despegar desde Alcantara, Brasil, en 2015 (KB Yuzhnoe).
Como no podía ser menos, Yuzhnoe también tiene ha desarrollado un enorme número de proyectos de papel -o, mejor, powerpointismos- que muy probablemente nunca vean la luz. El más importante de ellos es el cohete Mayak, un lanzador basado en el Zenit que viene en tres versiones (Mayak-12, Mayak-22 o Mayak-23), con capacidad para situar entre tres y doce toneladas en órbita baja. Dada la crisis crónica de la industria espacial ucraniana y la falta de un centro de lanzamiento es dudoso que este proyecto salga adelante, aunque la primera etapa del Antares usa tecnología desarrollada para el Mayak. Precisamente, con el fin de eliminar la dependencia de centros espaciales extranjeros Yuzhnoe ha creado el proyecto Svityaz, un cohete alado que podría poner entre seis y ocho toneladas en órbita baja al ser lanzado por el Antónov An-225 , el mayor avión del mundo y también de fabricación ucraniana. No hace falta que diga que, ahora mismo, nadie apuesta un céntimo por el futuro del Svityaz.

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Proyecto de lanzadores Mayak de KB Yuzhnoe (KB Yuzhnoe).

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Proyecto de lanzamiento aéreo Svityaz a partir del An-225 (KB Yuzhnoe).
Junto a los motores y lanzadores espaciales, Ucrania mantiene un programa de satélites diseñados por Yuzhnoe. Son satélites modestos y de pequeño tamaño para la observación de la Tierra (serie Sich) o de comunicaciones (serie Lybid). Al igual que los lanzadores espaciales, Dnipropetrovsk es el centro principal de construcción de satélites ucranianos. El resto de las instalaciones del programa espacial ucraniano se encuentran en Kharkiv (también en la zona rusófona) y Kiev (principalmente la estructura administrativa).
Mención aparte merece la antena RT-70 situada en Yevpatoria, Crimea. Esta estación ha sido usada en el pasado para comunicarse con las sondas soviéticas y Rusia pretende emplearla en su futuro programa de sondas planetarias. En el momento de escribir estas líneas tropas rusas se encuentran en la península de Crimea y la república ha anunciado su intención de llevar a cabo un referéndum sobre su relación con Ucrania para el 30 de marzo. Rusia cuenta en su territorio con otras instalaciones similares a la RT-70, así que no se trata de un objetivo especialmente estratégico para este país.

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Antena RT-70 de Yevpatoria, Crimea (Wikipedia).

Implicaciones fuera de Ucrania

Como vemos, el programa espacial ucraniano tiene relaciones con numerosos actores en todo el mundo. Su -altamente improbable- desaparición afectaría a Rusia, Brasil, Estados Unidos o la ESA. En el caso de Rusia la eliminación del Zenit de la escena espacial sería una ventaja para el Protón y el futuro Angará A5 de la empresa Khrúnichev, pero el gran perdedor sería la empresa RKK Energía, tanto por quedarse sin un vector que podría lanzar su nave PTK-NP como por la pérdida de mercado para los motores RD-171 de Energomash, una compañía que actualmente forma parte de Energía.
Tras el envío de tropas rusas a Crimea, en los últimos días han aparecido declaraciones sobre posibles sanciones a Rusia que podrían trasladarse al ámbito espacial. Ni que decir tiene, las cosas tienen que ponerse muy, pero que muy feas para que la UE o Estados Unidos decidan aplicar estas sanciones. ¿Por qué? Pues obviamente porque las naves Soyuz rusas son la única forma que tienen los astronautas norteamericanos, europeos o japoneses para acceder a la ISS. Si los EEUU deciden apretar las tuercas a Rusia, se acabó el programa espacial tripulado norteamericano por unos cuantos años. Y de paso podemos decirle adiós a la ISS tal y cómo la conocemos. Ni que decir tiene, esta dependencia no pasa desapercibida en los despachos de la NASA y la Casa Blanca.

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La tripulación de la ISS. Las naves rusas Soyuz son la única forma de acceso a la estación (NASA).
No olvidemos que la ISS depende total y absolutamente de la contribución rusa. Y no sólo por las Soyuz. Sin las naves de carga Progress y el módulo Zvezdá la órbita de la estación no puede ser elevada regularmente para evitar que reentre en la atmósfera. Otra área de dependencia son los motores RD-180 de Energomash que equipan los cohetes Atlas V norteamericanos. En este caso la pérdida no sería tan dramática en tanto en cuanto los EEUU cuentan con un cohete similar -el Delta IV-, pero sí que sería un varapalo para algunas misiones planetarias y futuras naves tripuladas estadounidenses (como la CST-100 de Beoing o la lanzadera Dream Chaser de Sierra Nevada), que dependen de este vector para alcanzar el espacio.

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Primera etapa de un cohete Atlas V norteamericano con un motor RD-180 de fabricación rusa (ULA).
Con respecto a la agencia espacial europea (ESA), recordemos que los cohetes Soyuz se lanzan también desde la Guayana Francesa. Sin el Soyuz Arianespace no sólo se convertiría de la noche a la mañana en una empresa mucho menos competitiva, sino que el futuro de varios programas europeos quedaría pendiente de un hilo y sería la puntilla de otros, como es el caso del sistema de posicionamiento global europeo Galileo (que de por sí ya tiene una historia harto compleja). Y eso por no hablar de las misiones en las que la ESA colabora con Rusia de forma directa, como es el caso de las sondas marcianas ExoMars 2016 y ExoMars 2018.
En definitiva, la situación en Ucrania debe salirse mucho de madre para que afecten a las actividades espaciales de Rusia, los EEUU o Europa. A corto o medio plazo no se puede descartar que el conflicto afecte a los cohetes que cuentan con componentes ucranianos, pero es difícil que estemos ante una ‘crisis espacial’ de primer orden. En realidad, la situación es más bien la contraria. El hecho de que occidente dependa tanto de la industria espacial rusa es una de las muchas razones que podrían ayudar a desactivar el conflicto.

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