Una decisión irresponsable: la NASA corta sus relaciones con Rusia
A raíz de los sucesos en Crimea y Ucrania, la NASA ha decidido suspender cualquier tipo de colaboración con la agencia espacial rusa Roscosmos. Por supuesto, la decisión deja fuera a la estación espacial internacional (ISS) y a todos aquellos programas relacionados de forma directa o indirecta con la misma, más que nada porque sin la participación rusa los astronautas norteamericanos no podrían viajar a la ISS. Es más, sin Rusia la ISS acabaría desintegrándose en la atmósfera en cuestión de meses.
Eso sí, la firmeza del anuncio está en el aire, ya que Roscosmos alega que no ha recibido ninguna comunicación oficial sobre el asunto, a pesar de que en el día de ayer aparecieron diversos comunicados de la NASA en las redes sociales dando por buena la noticia original. Sea como sea, se trata de una decisión sin precedentes e increíblemente irresponsable. Veamos por qué.
Es cierto que la postura de la Casa Blanca es en buena medida un brindis al sol. Fuera de la ISS, el número de proyectos conjuntos entre la NASA y Rusia es muy bajo. Sí, pero no lo importante es que no es nulo, porque Roscosmos colabora con la NASA en varios programas espaciales. Sin ir más lejos, la sonda LRO (Lunar Reconnaissance Orbiter) y el rover marciano Curiosity poseen instrumentos rusos. Aún no está claro cómo afectará esta suspensión de relaciones a estas misiones, pero está claro que, si la aplicamos al pie de la letra, los científicos rusos no tendrán acceso directo a los datos de sus experimentos. Lo mismo puede decirse de multitud de iniciativas de ‘perfil bajo’ -pero no por ello menos importantes- entre las dos agencias espaciales.
Los EE.UU. también dependen de Rusia en el suministro de motores RD-180 para los cohetes Atlas V y NK-33 para los lanzadores Antares. Tanto ULA como Orbital, las empresas encargadas de estos lanzadores, poseen suficientes unidades de estos motores para dos o más años (NPO Energomash ha entregado un total de 60 RD-180 a ULA). Por supuesto, esta colaboración entre empresas privadas queda fuera del alcance de la responsabilidad de la NASA, pero el Kremlin bien podría suspender las exportaciones de estos motores como represalia. Los EE.UU. cuentan con un stock de RD-180 para unos dos años de operaciones, pero después se verían obligados a desarrollar un motor propio para los Atlas V. Por su parte, Aerojet posee la licencia para fabricar los NK-33 en los Estados Unidos, aunque aún está por demostrar que sea capaz de hacerlo.
Pero todo esto no son más que árboles que no nos dejan ver el bosque. Lo grave en todo este asunto es que la ISS, el mayor proyecto espacial jamás llevado a cabo por el hombre, ha sido secuestrado por intereses políticos. Sí, ya sabemos que la ISS queda fuera de las acciones de castigo de la Casa Blanca, pero a nadie se le escapa el que Rusia podría decidir responder a estas sanciones allá donde más duele, es decir, la ISS. Al cortar las relaciones entre la NASA y Rusia, la Casa Blanca está llevando a cabo una política pasivo-agresiva que puede acarear unas consecuencias muy graves.
Si mañana Rusia opta por prohibir el acceso de astronautas norteamericanos a la ISS, esta decisión supondría el fin efectivo del programa espacial tripulado norteamericano. Roscosmos también depende de la NASA para garantizar las comunicaciones continuas con la ISS y para alimentar de electricidad el segmento ruso, pero resulta obvio quién tiene más que perder en todo este asunto. Muchos piensan que si Rusia hiciese tal cosa el programa comercial tripulado norteamericano se vería beneficiado. Lo dudo. Las naves tripuladas de la iniciativa privada -Dragon, CST-100 o Dream Chaser- aún tienen un largo camino por delante antes de ser operativas. Si Rusia corta sus relaciones con la NASA y ésta en represalia le prohibe acceder a la energía eléctrica del segmento estadounidense, para cuando las naves comerciales estadounidenses estén listas (allá por 2017) bien podría no existir ninguna ISS dónde mandarlas.
Por supuesto, las probabilidades de que Rusia lleve a cabo una represalia así son mínimas. Sin ISS las naves Soyuz tampoco tendrían un lugar al que viajar, aunque por otro lado esta contingencia supondría un empujón para el proyecto OPSEK. Mucho se tienen que torcer las cosas para que el Kremlin decida mover la ficha de la ISS en el tablero de la estrategia mundial, pero una vez que se inicia una escalada es muy difícil predecir cómo terminará. Y si alguien piensa que el dinero de la NASA puede influir en la decisión se equivoca. Los pocos cientos millones de dólares al año que recibe el Kremlin por estos servicios espaciales (incluyendo los 71 millones de dólares por cada asiento de la Soyuz) son pecata minuta en comparación con el PIB ruso o el presupuesto de Roscosmos. Y, naturalmente, no nos olvidemos de que al político ruso medio el espacio -el civil, al menos- le importa lo mismo que a su homólogo del otro lado del charco.
Incluso en el punto más álgido de la Guerra Fría, cuando la amenaza de una aniquilación nuclear mutua era el pan de cada día, las superpotencias colaboraron en el espacio en multitud de proyectos. Y, por mucho que cueste creerlo viendo algunos informativos actuales, Rusia no es la URSS. Ni política, ni económica, ni militarmente. En el pasado los EE.UU. han llevado a cabo numerosas acciones (invasión de Irak, reconocimiento unilateral de la independencia de Kosovo, despliegue del escudo antimisiles en Europa, acciones militares en Siria o Libia, ampliación de la OTAN, etc., etc.) que han molestado profundamente a Rusia, y sin embargo el Kremlin en ningún momento ha amenazado con retirarse de la ISS o prohibir que los astronautas norteamericanos viajen en naves Soyuz (recordemos, por ejemplo, que la Guerra de Irak tuvo lugar cuando la NASA no contaba con un medio de acceso propio al espacio tras la retirada del transbordador por culpa de la catástrofe del Columbia).
Y, cuidado, aquí no se trata de comparar el conflicto de Ucrania y la anexión de Crimea con otras acciones de la política exterior de EE.UU. No vamos a discutir aquí qué hecho es más o menos grave. Lo relevante es que, desde el punto de vista del Kremlin, algunas intervenciones de EE.UU. han sido tremendamente ofensivas y tanto o más graves que la anexión de Ucrania para la Casa Blanca. Y, pese a todo, la ISS y la cooperación espacial siempre se ha mantenido por encima de estas diferencias.
Con esta decisión, la administración Obama ha elegido un camino cuyo final es impredecible. Todos esperamos y deseamos que el conflicto se quede en agua de borrajas, pero ahora el futuro de la ISS depende de la responsabilidad de los líderes de ambos países. Así que, visto lo visto, hay motivos para ser pesimistas.
Y para terminar, no puedo dejar de suscribir las palabras del astronauta Ron Garan, astronauta y militar estadounidense, en las que da una auténtica lección de responsabilidad a los políticos de su país:
We should not allow NASA and the Nobel Peace Prize nominated International Space Station program to be used as pawns in political conflict.
Actualización: la colaboración de Rusia en las misiones Curiosity y LRO está aseguradaen tanto en cuanto la prohibición de la NASA sólo afectaría a los contactos con miembros del gobierno ruso. Una prueba más de que esta decisión no es más que un paripé de la administración Obama. Afortunadamente.
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