Ekspeditsia-M, una misión rusa para traer un pedazo de Marte a la Tierra
Después del duro varapalo que supuso la pérdida de la misión Fobos-Grunt, muchos podrían pensar que el programa ruso para explorar Marte está en un estado lamentable. Pero, contra todo pronóstico, está mejor que nunca. Y todo cortesía de la agencia europea del espacio (ESA), que planea llevar a cabo conjuntamente con Rusia las misiones ExoMars TGO en 2016 y ExoMars rover en 2018. Espoleada por esta cooperación, la agencia espacial rusa quiere resucitar sus antiguos y ambiciosos planes en el planeta rojo: traer un trozo de Marte a la Tierra.
Hace años que uno de los objetivos de la empresa NPO Lávochkin es una misión de retorno de muestras marcianas. Denominada Mars-Grunt, el proyecto ha ido evolucionando con el tiempo, pero manteniendo una constante en un su desarrollo. ¿Cuál? Pues un presupuesto nulo. Lávochkin quiere cambiar esta tendencia y el primer paso ha supuesto ponerle otro nombre al proyecto, que ahora se conoce como Ekspeditsia-M (la ‘M’ viene de Mars, obviamente).
Pero primero, y después de ExoMars 2018, Rusia tiene en mente lanzar en 2020 la sonda Bumerang. ¿Que no has oído hablar de este proyecto? Tranquilo, es otro nombre -muy apropiado, si se me permite la opinión- para la Fobos-Grunt 2.0. Esta sonda podría ser reemplazada por PHOOTPRINT, una especie de Fobos-Grunt ruso-europea, pero en cualquier caso lo importante es que Roscosmos no se rinde. Todavía no está claro si Bumerang será una réplica -mejorada, eso sí- de la Fobos-Grunt original o si incluirá algunas diferencias importantes en el diseño. Lo que sí sabemos es que usará una etapa Fregat normal y no ese híbrido en plan monstruo de Frankenstein que condenó a su antecesora.
Dependiendo de cómo salga el asunto, en 2024 -sí, ya sabemos que el calendario de lanzamientos siempre es muy optimista- despegaría mediante un Protón-M/Briz-M la primera sonda de Ekspeditsia-M, una nave de 4100 kg que se posaría en Marte usando el mismo escudo térmico y etapa de crucero que la empleada en la misión ExoMars de 2018. La sonda, que también empleará la etapa de descenso y aterrizaje de ExoMars 2018, recogerá medio kilo de muestras del suelo marciano con un taladro -no muy distinto al usado por la Luna 24- y las meterá en el interior de un contenedor situado encima de un pequeño cohete. Finalizada la misión, el cohete despegaría situando los 500 gramos de muestras en órbita marciana.
También en 2024 -o dos años más tarde- se lanzaría la segunda nave que forma el proyecto Ekspeditsia-M, una variante de la Fobos-Grunt/Bumerang de 4700 kg que se acoplaría en órbita de Marte con la nave que contiene las preciosas muestras y, tras hacerse con ellas, pondrá rumbo a la Tierra, donde aterrizarán dentro de una cápsula de 105 kg sin paracaídas.
Una misión de retorno de muestras marcianas es una prioridad para la comunidad científica internacional, pero la NASA la ha pospuesto indefinidamente debido a su altísimo coste. Nada más y nada menos que 3500 millones de dólares del ala, que se dice pronto. Resulta casi obsceno pensar que Roscosmos puede sacar adelante una misión similar por una fracción infinitesimal de esta cifra. Aunque a mí lo que me llama la atención es que Rusia siga proponiendo misiones tan complejas a pesar de los fracasos del pasado. Eso es tenacidad y lo demás son tonterías. ¿Pero tiene futuro este proyecto? Pues si Rusia lo acomete en solitario, más bien ninguno. Con una participación europea o china la cosa cambiaría significativamente.
Por cierto, que si estos días ven muchas noticias relacionadas con el programa espacial ruso en los medios, no es casualidad. En Moscú se están celebrando las XXXVIII Jornadas Académicas de Cosmonáutica dedicadas a Serguéi Koroliov, donde todas las empresas y organizaciones aeroespaciales rusas aprovechan para presentar sus ‘nuevos’ proyectos.
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