Científicos a la NASA: “No queremos su asteroide”.
Parece mentira, pero a estas alturas mucha gente aún no sabe que la próxima gran misión tripulada de la NASA consiste en capturar un asteroide cercano y traerlo a las cercanías de la Luna. En 2024 o 2025 dos astronautas viajarían hasta allí en una nave Orión para recoger muestras del asteroide que posteriormente serían analizadas en la Tierra. Este plan es la respuesta de la NASA a la pregunta “¿qué hacemos con el cohete gigante SLS y la nave Orión?” Sin dinero para poner un hombre en la Luna o en Marte y sin dinero para crear un hábitat que permita una misión a un asteroide cercano (NEO), la NASA concibió esta misión bajo la sabia premisa ‘si Mahoma no va al asteroide, ejem, la montaña, la montaña irá a Mahoma’. Fantástico, ¿verdad? No tan rápido. La comunidad científica está de todo menos entusiasmada con la idea y amenaza con frustrar el grandioso plan de la NASA para la próxima década.
La misión ARM (Asteroid Redirect Mission), que es como se denomina el tinglado, ha sido muy criticada recientemente por varios investigadores durante el último congreso del SBAG (Small Bodies Assessment Group), un grupo creado para discutir las mejores estrategias en el estudio de cuerpos menores del Sistema Solar que cuenta con el apoyo de la NASA. Para refrescar un poco la memoria conviene recordar en qué consiste la arquitectura de la misión, que ciertamente es tan simple como elegante. En junio de 2019 o 2020 una sonda automática despegaría mediante un cohete Atlas V o Delta IV Heavy rumbo a un asteroide cercano. Usando propulsión solar eléctrica con motores iónicos o de plasma -o sea, una etapa SEP-, la sonda alcanzaría el asteroide elegido, de no más de diez metros de diámetro, y lo atraparía con una bolsa inflable.
La sonda regresaría para situarse en una órbita de halo en el punto de Lagrange L2 del sistema Tierra-Luna. Con la carga útil cerca de casa, una nave Orión con dos astronautas sería lanzada mediante un cohete SLS en la misión EM-3 o EM-4 (Exploration Mission) no antes de 2024 y se encontraría con la sonda. Tras acoplarse con la sonda, la tripulación llevaría a cabo dos paseos espaciales de cuatro horas cada uno para abrir la bolsa y recoger varios kilogramos de muestras antes de volver a casa. La NASA ya ha efectuado varias simulaciones bajo el agua para comprobar la viabilidad de estas actividades extravehiculares (EVAs).
Durante las EVAs la tripulación usaría un traje MACES derivado del usado en el transbordador espacial, pero con mochilas de soporte vital PLSS del traje EMU actualmente empleado en la ISS (para las fases de despegue y aterrizaje se usaría el MACES como traje de presión intrevehicular). Las imágenes de los astronautas recogiendo pedazos de asteroide en el espacio profundo con la Luna al fondo prometen ser espectaculares.
Al menos ese era el plan inicial concebido hace un año. Durante este tiempo se han producido pocos cambios significativos en la misión. El principal escollo al que se enfrenta la NASA tiene que ver con la falta de asteroides cercanos conocidos que posean la órbita y el tamaño adecuados para que sean traídos a la Tierra en 2025 como muy tarde. Y es que por ahora la NASA sólo ha encontrado tres asteroides que cumplan estos requisitos: 2009 BD, 2011 MD y 2013 EC20. Todos ellos son asteroides tipo S (los menos interesantes para la comunidad científica) y con masas que van desde las 4 hasta las 600 toneladas.
Ante la escasez acuciante de objetivos, el centro Langley de la NASA ha decidido estudiar otra opción (denominada lógicamente ‘Opción B’). En vez de capturar un asteroide entero, ¿por qué no traer una roca de gran tamaño? La idea es atractiva, ya que muchos asteroides son en realidad una acumulación de rocas y polvo. En este caso el mecanismo de captura consistiría en unos brazos retráctiles en vez de una bolsa, pero por lo demás la misión sería idéntica.
Desgraciadamente tampoco hay una enorme cantidad de asteroides conocidos que puedan tener grandes rocas en su superficie y que se adapten a la misión. Una vez más, sólo hay tres: Itokawa, Bennu y 2008 EV5. Itokawa ya fue visitado por la sonda japonesa Hayabusa, pero por eso mismo sabemos que existen grandes rocas en su superficie listas para ser recolectadas. Lo malo es que es un asteroide de tipo S. Bennu será visitado por la sonda OSIRIS-Rex, que además traerá muestras del mismo a la Tierra. Y, obviamente, no tiene mucho sentido realizar dos misiones de retorno de muestras al mismo asteroide. Nos queda 2008 EV5, que es un asteroide de tipo C como Bennu, pero también se trata de toda una auténtica incógnita (los asteroides de tipo C preservan más claves de la formación del Sistema Solar que otros tipos).
Otra posibilidad, opción C, es enviar la sonda a Fobos o a Deimos para capturar alguna roca de la superficie. De este modo la misión ARM se convertiría en una especie de Fobos-Grunt a lo bestia, aunque no está claro que sirviese para allanar el camino del hombre hacia Marte. Una variante de esta Opción C, más ambiciosa, sería una misión tripulada a la órbita del planeta rojo para recoger muestras de una luna marciana.
Pero, ¿cuánto costaría todo esto? Sólo la sonda robótica para capturar un asteroide saldría por 1250 millones de dólares. El precio de la misión tripulada sería mucho mayor, aunque nadie se atreve a decir cuánto. Los científicos piensan que se podría construir una misión de retorno de muestras puramente automática a un precio mucho menor. Además creen que la ciencia es una excusa para llevar a cabo una misión que es vista por muchos como una simple excusa para justificar la existencia del SLS y la nave Orión. El riesgo de una posible cancelación tras la salida de Obama de la Casa Blanca tampoco ayuda a ganarse la confianza de los investigadores. La comunidad científica estaría dispuesta a apoyar la misión ARM si no se tratase de un esfuerzo puntual, es decir, si en el futuro se llevasen a cabo más proyectos similares.
Si la misión ARM no sale adelante, la NASA tendría ante sí un problema realmente gordo. ¿Para qué serviría entonces el SLS? Repetir misiones a la órbita lunar en plan Apolo 8 no es muy atractivo. Una opción es resucitar la estación Gateway de espacio profundo situada en las cercanías de la Luna. De hecho, se ha propuesto como alternativa la fusión de la misión ARM con esta estación espacial. De este modo Gateway podría convertirse en una especie de parada de sondas con muestras de varios cuerpos celestes.
Si Gateway tampoco cuela quedan pocas alternativas. Una sería utilizar la Orión para recoger muestras de la superficie lunar -preferentemente de la cara oculta- previamente adquiridas por la sonda MoonRise. La tripulación de la Orión operaría la sonda mediante telepresencia y luego capturaría las muestras a través de un módulo especial en la parte frontal de la cápsula.
Por supuesto, la NASA tiene ante sí otras opciones, como por ejemplo aumentar -aún más- el presupuesto del SLS y la Orión para desarrollar las tecnologías que permitan una misión directa a un asteroide o a la órbita de Marte. Pero, al menos por el momento, esto es simple ciencia ficción.
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