El inquieto eje de la Luna

La formación de la Luna es uno de los misterios que sigue guardando el Sistema Solar. La teoría más popular con diferencia nos dice que nuestro satélite se formó ras el impacto de un protoplaneta del tamaño de Marte -apodado Theia- contra la prototierra. Esta teoría -que nació por cierto gracias a los resultados de los análisis de las rocas lunares recogidas por los astronautas del Apolo- sigue vigente, pero hay ciertos puntos oscuros que no están nada claros. Por ejemplo, nadie entiende por completo la diferencia entre la cara visible y la cara oculta de nuestro satélite. Hace poco vimos una posible explicación a esta dicotomía según la cual el calor de nuestro planeta pudo ser el causante de las dos caras de la Luna.
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De acuerdo con una reciente teoría el impacto que formó la cuenca Aitken descolocó el eje de la Luna en unos 15º (Keane et al.).
Pero otro misterio es el eje de rotación lunar. En teoría, las fuerzas de marea entre la Luna y la Tierra deben encargarse de circularizar la órbita de la Luna y estabilizar su eje de rotación de tal forma que éste no ha podido variar significativamente desde su formación. No obstante, los científicos han encontrado evidencias de cambios en el eje de rotación, lo que nos puede dar pistas sobre la órbita primigenia de nuestro satélite y otros procesos geológicos que marcaron su origen.
Aunque sabíamos que el eje de la Luna podía haber variado ligeramente desde su formación, un reciente estudio sugiere que el cambio pudo ser de hasta 15º. James Tuttle Keane e Isamu Matsuyama han estudiado la evolución de la Luna y han llegado a la conclusión de que el primer gran impacto que tuvo lugar en nuestro satélite fue la Cuenca Aitken. Este enorme cráter de 2500 kilómetros de diámetro es uno de los más grandes del Sistema Solar, aunque no destaca tanto como el resto de mares lunares al no estar recubierto de materiales basálticos oscuros característicos de los mares de la cara visible.
El impacto de la cuenca Aitken se produjo en la cara oculta de la Luna cuando ésta estaba mucho más cerca de la Tierra que en la actualidad. Pero tras la formación del gran cráter la Luna se adaptó a su nueva cicatriz y su eje se inclinó 15º hasta que la cuenca Aitken quedó más cerca del polo sur. Posteriormente se formarían el resto de cuencas y grandes mares que cubren la cara visible.
Este resultado choca con otros análisis similares que nos hablan de un cambio en la deriva de los polos aún mayor. De hecho, un reciente artículo publicado en Nature el pasado julio señala que el eje primigenio de la Luna podía tener una diferencia de entre 32º y 40º con respecto al actual. Otro artículo de septiembre de 2013, también publicado en Nature, aumenta la variación hasta 45º-60º. En este último caso los científicos analizaron los datos de la sonda japonesa Kaguya sobre el campo magnético fósil en las rocas lunares, un vestigio de cuando el núcleo de la Luna estaba fundido. Estos datos han permitido averiguar que la dinamo lunar pudo estar activa entre hace 4200 y 3560 millones de años. En ambos artículos se especula con que un gran impacto estaría detrás de esta reorientación de los polos lunares.
Otros investigadores van aún más allá y han llegado a proponer que la Luna dio una vuelta completa sobre su eje después de un impacto bestial (el que dio lugar al Mare Smythii). Semejante cambio de 180º implicaría que lo que actualmente es la cara visible de la Luna sería en realidad… ¡la cara oculta original! Esta exótica teoría concuerda con los modelos teóricos que predicen una mayor cantidad de impactos en la cara oculta, aunque presenta muchos otros problemas.
En definitiva, seguimos sin entender muy bien los procesos que dieron lugar a nuestro hermoso y gigantesco satélite, pero parece ser que si algo está claro es que el eje de la Luna no ha permanecido siempre constante.

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