Navegando por el estrecho del mar Kraken de Titán

A excepción de la Tierra, por ahora sólo conocemos un mundo en el que podríamos navegar. Un mundo que también tiene mares, lagos, ríos y lluvia como el nuestro, pero compuestos por metano en vez de agua. Hablamos, claro está, de Titán, la mayor luna de Saturno. Desde que 2006 se confirmó la presencia de lagos de metano en este satélite, quedó patente que la mayoría de ellos estaban situados cerca del polo norte, aunque no estaba muy claro cuál era su extensión debido a las limitaciones del instrumento radar de la sonda Cassini.
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Los mares del hemisferio norte de Titán (Lorenz et al.).
Pero por primera vez desde que comenzó la misión Cassini ya disponemos de un mapa radar de toda la región, en la que destacan tres grandes mares: Ligeia Mare, Punga Mare y Kraken Mare. Kraken Mare, o el mar Kraken, es el más grande todos ellos con diferencia. No obstante, hoy en día sabemos que en realidad Kraken está formado por dos cuencas independientes -denominadas Kraken-1 y Kraken-2-, separadas por un estrecho canal de 17 kilómetros de ancho y 40 kilómetros de largo situado a 64º de latitud norte y 42º de longitud este. La presencia de este accidente geográfico debe causar curiosos efectos sobre este mar titánico.
Si analizamos los datos de radar de la Cassini y tenemos en cuenta las profundidades estimadas de los mares (350 metros para el Kraken y 300 metros para el Ligeia), se cree que el volumen combinado de los mares de Titán debe rondar los 33.000 kilómetros cúbicos de metano y etano (otras estimaciones dan valores de entre 15.000 kilómetros cúbicos y 70.000 kilómetros cúbicos). Estas profundidades de centenares de metros en los lagos del hemisferio norte contrastan con los apenas diez metros de profundidad que parece tener el único lago destacable en las regiones australes, el Ontario Lacus. Si estos cálculos son correctos, el Ontario solamente tendría unos 200 kilómetros cúbicos, o sea, menos del 1% de todos los cuerpos líquidos superficiales de Titán.
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Detalle del estrecho del Kraken Mare (Lorenz et al.).
Y aquí viene lo interesante. La presencia de la garganta podría causar corrientes de marea entre las dos cuencas con velocidades de hasta 1,8 km/h si asumimos que la diferencia entre la marea baja y la alta es de unos cuatro metros de altura. No parece mucho, pero no olvidemos que hasta hace no mucho se pensaba que la superficie de los lagos de Titán estaban prácticamente libres de corrientes y olas. Este estrecho tiene unas dimensiones comparables a las del estrecho de Gibraltar en la Tierra, aunque morfológicamente se parece más al estrecho de Åland que separa el golfo de Botnia del Mar Báltico. Y, al igual que este estrecho terrestre, además de la garganta, existe una serie de islas estrechamente agrupadas que comunica las dos zonas del Kraken. La influencia hidrológica -o metanológica- de este pequeño archipiélago no es significativa al tratarse de ‘aguas’ muy poco profundas.
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Las islas del estrecho de Åland entre Finlandia y Suecia se parecen mucho al estrecho que separa las cuencas del Kraken (Lorenz et al.).
La corriente de marea podría además generar olas en el estrecho independientemente de la velocidad del viento, que en Titán es especialmente baja. Por este motivo, quizás sea el único lugar en los mares de Titán con oleaje sea precisamente la garganta del Kraken. En el resto de la superficie de los mares las olas no superarían los 20 centímetros de alto suponiendo vientos del orden de 1 m/s. El pasado marzo la sonda Cassini detectó el reflejo especular de lo que parecen ser pequeñas olitas de dos centímetros de altura creadas por vientos de 0,75 m/s. Está claro que para los futuros exploradores surfear las olas de Titán no será una actividad de mucho riesgo.
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Imagen de radar de las corrientes del estrecho de Gibraltar. En el estrecho del Kraken podrían darse olas por las corrientes de marea (Lorenz et al.).
El estrecho influiría también en la composición de las cuencas. Si suponemos que a través de la garganta circula un flujo de 20 a 60 kilómetros cúbicos por cada día de Titán (unos 16 días terrestres), ambas cuencas se mezclarían pasados entre cinco y setenta años terrestres. Desconocemos si el nivel de los mares de Titán ha variado significativamente en el pasado, aunque hay claras evidencias de ciclos estacionales en forma de lagos desecados situados en el hemisferio sur. De ser así, las cuencas del Kraken podrían haber estado separadas si el nivel de los mares era menor o, en caso contrario, quizás se formó un estrecho entre el Kraken y Ligeia, unidos actualmente por un estrecho canal de muy poca profundidad.
Lo que está claro es que los mares de Titán son uno de los lugares más apasionantes del Sistema Solar. Desgraciadamente, nuestra generación tiene una única oportunidad de explorarlos mediante una misión de bajo coste gracias a la misión TiME (Titan Mare Explorer). No obstante, la reciente cancelación de los generadores de radioisótopos de tipo ASRG hace que la aprobación de esta sonda sea muy poco probable. Una pena, porque una misión de este tipo solamente será posible antes de 2025. Ese año la Tierra se pondrá por debajo del horizonte de la región de los mares de Titán y será imposible explorarlos sin comunicación directa, por lo que se requerirá un orbitador independiente que retransmita los datos a la Tierra (la Tierra no volverá a ‘amanecer’ hasta 2040). El tiempo se nos agota.
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La misión TiME es la última oportunidad que tiene nuestra generación de estudiar los mares de Titán mediante una misión de bajo coste (NASA).

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