Un viaje tripulado a Venus… en dirigible
Como todos sabemos, Venus dista de ser el gemelo de la Tierra y en realidad es más bien el gemelo del infierno. Con una presión atmosférica superficial de 90 atmósferas y una temperatura de unos 460º C, Venus es el planeta terrestre más hostil. Y es una pena, porque este mundo encierra numerosos secretos que nos permitirían entender la formación y evolución de los planetas rocosos en el universo. Pero, paradójicamente, Venus también alberga una de las zonas más benignas del sistema solar de cara a la vida humana.
Por encima de los cincuenta kilómetros de altura la atmósfera de Venus es posiblemente el ambiente más parecido a nuestro planeta que podemos encontrar fuera de la Tierra. A esa altura la presión es de una atmósfera aproximadamente y la temperatura ronda los 0º – 50º C. Vamos, que un ser humano podría vivir en esta ‘habitosfera’ con una simple mascarilla de oxígeno y no necesitaría escafandras de presión o complejos sistemas de control de la temperatura. El problema, claro está es que tendría que volar constantemente para evitar el descenso hacia el horno de la superficie. No es de extrañar por tanto que desde hace décadas se hayan propuesto misiones tripuladas a Venus en globos o dirigibles capaces de estudiar esta región.
Y, de hecho, aunque parezca mentira, ya hemos estudiado esta región mediante globos. Ocurrió en 1985 cuando las dos sondas soviéticas VeGa depositaron sendos globos aerostáticos en Venus a base de helio. Pero claro, y sin restarle mérito a las misiones VeGa, una cosa es mandar un pequeño globo y otra muy distinta una nave tripulada. ¿Cómo podríamos lograr semejante hazaña? Pues bien, un grupo de estudiantes del Centro Langley de la NASA ha creado el concepto HAVOC (High Altitude Venus Operational Concept) para explorar Venus mediante un dirigible tripulado.
El concepto es tan loco como atrayente (quizás de ahí el nombre de la propuesta) y usaría elementos de la arquitectura DRA 5.0 de la NASA para un viaje tripulado a Marte. En concreto, las naves emplearían cubiertas aerodinámicas rígidas con forma de cuerpo sustentador que permitirían tanto realizar la maniobra de aerocaptura en la órbita de Venus sin gastar combustible como entrar en la atmósfera del planeta. La misión tripulada a Venus consistiría en dos naves equipadas con estos escudos térmicos. La primera, no tripulada, transportaría el dirigible venusino. Tras llevar a cabo la aerocaptura la nave se insertaría en la órbita de Venus y esperaría a la segunda nave, esta sí, con astronautas a bordo. La nave tripulada también se colocaría en órbita con aerocaptura y procedería a acoplarse con la nave no tripulada.
La tripulación pasaría a la segunda nave y entonces daría comienzo la parte más arriesgada de la misión: la entrada atmosférica y posterior despliegue del dirigible. Tras deshacerse del escudo térmico se desplegaría un paracaídas principal para frenar la velocidad de descenso y el dirigible empezaría a inflarse. Con suerte, la aeronave completaría el proceso de inflado antes de descender a los infiernos. La tripulación podría entonces explorar el planeta mediante sondas automáticas y otros instrumentos. Ante ellos tendrían un hermoso paisaje con nubes y cielos azules más propio de la Tierra que de otro mundo. Eso sí, las nubes en Venus están compuestas por gotas de ácido sulfúrico, no por agua, así que nuestros intrépidos astronautas harán bien en evitarlas. Viajando a merced de vientos que soplan a 320 km/h, los tripulantes no tendrían mucho control sobre su nave, pero podrían recorrer mucho espacio en poco tiempo. Para garantizar el suministro eléctrico, el dirigible estaría equipado con paneles solares en la parte superior.
Después de un mes estudiando Venus, la tripulación pasaría a una pequeña cápsula situada en el extremo de un cohete bajo el dirigible. Entonces el lanzador se desprendería y pondría rumbo al espacio. Al igual que en la Tierra, las ventajas energéticas del lanzamiento desde un globo a gran altura permitirían emplear un cohete con un tamaño relativamente pequeño. Una vez en órbita de Venus la cápsula se acoplaría con la nave tripulada en órbita y ésta pondría rumbo a la Tierra. Tras realizar otra maniobra de aerocaptura en nuestro planeta, los astronautas pasarían a una nave Orión y, finalmente, regresarían a casa. La nave venusina podría ser reutilizada en una misión posterior.
El plan puede parecer una locura. Y de hecho, lo es, para qué engañarnos. Pero tecnológicamente es factible. Eso sí, hay que solucionar un par de ‘problemillas’, como por ejemplo, el material del globo. Los globos VeGa estaban recubiertos de un material similar al teflón, muy pesado, pero resistente a las nubes de ácido sulfúrico. Pero un dirigible tripulado debería usar otro material tanto o más resistente, pero más ligero. Otros asuntos a resolver es el peliagudo proceso de inflado de la aeronave o cómo garantizar la seguridad de las tripulaciones. Pero no me van a negar que la perspectiva de viajar por otro planeta en dirigible es digna de una película de ciencia ficción. Quizás algún día…
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