RPM, el nuevo rover de la NASA para buscar hielo en la Luna
La NASA está estudiando lanzar un rover al polo sur de la Luna en 2018 para estudiar de primera mano el hielo subterráneo. De salir adelante, la misión Resource Prospector Mission (RPM) se convertiría en el primer vehículo automático estadounidense en rodar sobre la superficie de nuestro satélite y tendría como objetivo demostrar la utilidad de las reservas lunares de hielo de cara a futuras misiones, tanto tripuladas como automáticas.
La misión RPM está siendo desarrollada conjuntamente por la NASA y la agencia espacial canadiense (CSA) y su objetivo primordial es demostrar el uso de tecnologías ISRU (In-Situ Resource Utilization), es decir, tecnologías que nos permitan aprovechar los recursos lunares para fabricar combustible de naves espaciales o extraer oxígeno para una colonia humana, por ejemplo. El rover llevaría la carga útil RESOLVE (Regolith and Environment Science and Oxygen and Lunar Volatile Extraction), cuyo instrumento estrella es un taladro capaz de alcanzar hasta un metro de profundidad.
Gracias a este taladro RPM podrá ser capaz de extraer el hielo subterráneo que ha sido detectado desde la órbita por misiones previas como LCROSS. Interesa especialmente comprobar cuánta energía se requiere para obtener una determinada cantidad de agua pura del suelo lunar, un dato fundamental a la hora de planificar la instalación de una base lunar. Para llevar a cabo su misión el rover se guiará mediante espectrómetros infrarrojos y de neutrones hasta las zonas con mayor concentración de hielo que se hallan alrededor del polo sur lunar. Las muestras extraídas por el taladro serán analizadas por el instrumento LAVA (Lunar Advanced Volatile Analysis) con el fin de determinar la cantidad de hielo y otros volátiles (metano, dióxido de carbono, amoniaco, etc.) que contiene el regolito lunar.
Una vez concluida la misión primaria RPM intentará demostrar otra tecnología ISRU como es la síntesis de agua a partir del oxígeno del regolito usando hidrógeno traído desde la Tierra (mucho más ligero que el oxígeno). Esta tecnología garantiza la obtención de agua en cualquier región de la Luna alejada de los polos y para ello se usaría el instrumento OVEN (Oxygen and Volatile Extraction Node), que calentaría las muestras entre 150º C y 900º C.
Pero que nadie se piense que este rover va a ser una especie de Curiosity en versión lunar. Tras un viaje de cinco días sin pasar por la órbita lunar, el rover alunizará en las regiones polares, probablemente en el polo sur. Sin embargo, para ahorrar costes y simplificar el diseño, no usará generadores ni calefactores de radioisótopos. Esta limitación tendrá como consecuencia que el vehículo sólo podrá funcionar entre seis y diez días, por lo que será incapaz de sobrevivir a las gélidas temperaturas de la noche lunar. Durante su corta misión se desplazará un kilómetro como mínimo, quizás moviéndose entre las regiones polares situadas en una oscuridad total -donde más probabilidades hay de encontrar hielo- y las que se encuentran bañadas permanentemente por la luz del Sol -ideales desde el punto de vista de la generación de energía-. RPM es una misión de corta duración con unos objetivos muy concretos, aunque no por ello es menos interesante.
El desarrollo de RPM está relativamente avanzado y de hecho la NASA y la CSA ya han probado en Hawái un prototipo que ha servido para definir el diseño del rover. La cuestión es cómo llevar a RPM hasta la Luna. La NASA está dispuesta a subvencionar parcialmente el desarrollo de una nave de aterrizaje por parte de la iniciativa privada y para ello ha creado recientemente el programa Lunar CATALYST. No está claro si CATALYST será capaz de crear algún tipo de sistema de aterrizaje viable, pero por si acaso la NASA ha establecido contactos con la agencia espacial japonesa JAXA y la surcoreana KARI para colaborar en el proyecto RPM. Tampoco se descarta cierto grado de cooperación con Rusia, que también pretende lanzar las sondas Luna 26 y Luna 27 hacia las regiones polares durante la segunda mitad de esta década.
La agencia espacial estadounidense ya ha gastado unos veinte millones de dólares en RPM y pretende que, de ser aprobada, la misión no supere la barrera de los 250 millones. Pero la pregunta que nos hacemos muchos es, ¿hasta qué punto ha influido el reciente éxito de la misión lunar china Chang’e 3 en el súbito interés de la NASA hacia la Luna? Porque, si bien es cierto que la agencia espacial estadounidense lleva años proponiendo misiones a la superficie lunar, nunca antes una misión como RPM había tenido tantas papeletas para ser aprobada. Después de todo parece que los progresos chinos no han pasado desapercibidos en Washington.
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