El impacto de Philae en los medios o el periodismo acientífico

El aterrizaje de la sonda Philae ha generado una expectación mediática sin precedentes para una misión de la agencia europea del espacio (ESA). Lamentablemente, muchos medios han interpretado el cese de operaciones de Philae como un fracaso y una muestra de la incompetencia del programa espacial europeo. Como botón de muestra de esta línea de razonamiento -por llamarla de algún modo- tenemos esta columna del El Mundo llamada La parábola de Leónov (¿Merece la pena la inversión en la misión Rosetta?), escrita por Pedro Simón.
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Rosetta y Philae (ESA).
Primero les recomiendo que la lean y, luego, cuando ya estén lo suficientemente indignados, vuelvan a esta entrada. Muchos pensarán que no vale la pena dar publicidad a semejantes desvaríos, pero el problema es que la columna ha aparecido en un diario de tirada nacional y, en cualquier caso, es representativa de lo que piensa mucha gente en estos momentos. Cierto es que El Mundo ha publicado una opinión a favor en otra columna titulada Polvo de cometa para conocernos, por Pablo Jáuregui, pero caemos aquí en la falacia de la equidistancia por la cual un lector ajeno a estos temas podría pensar que ambas opiniones tienen la misma validez. Y no la tienen, porque en este caso Simón no tiene razón. Ninguna.
Pero por si alguien no lo tiene claro, vamos a explicarlo. Philae era y es una pequeña parte de la misión Rosetta, una sonda que lleva desde agosto alrededor del cometa Churyumov-Gerasimenko y que seguirá funcionando muchos meses más (la misión primaria terminará en diciembre de 2015). Confundir la misión de Philae con la de Rosetta es un error gravísimo que he visto repetido estos días en más de un medio de comunicación, algo sorprendente si tenemos en cuenta que una simple visita a la Wikipedia puede sacar de dudas al más despistado.
Philae ha costado unos 220 millones de euros, mientras que el conjunto de la misión Rosetta ha salido por 1400 millones de euros, es decir, el 16% del coste total. Rosetta es una misión muy cara para los estándares de la ESA, pero aun así es barata si la comparamos con otras sondas espaciales como el robot marciano Curiosity (2500 millones de dólares) o Cassini-Huygens (4400 millones de dólares). Y si solamente tenemos en cuenta el presupuesto de Philae estamos ante una sonda muy barata. Por poner un par de ejemplos, las misiones de la NASA Mars Pathfinder y Phoenix, consideradas como sondas de muy bajo coste, salieron por 370 y 400 millones de dólares respectivamente. La sonda japonesa Hayabusa, una misión de bajo presupuesto que se posó en el asteroide Itokawa, costó 250 millones de dólares. Y sí, hay sondas más baratas -como la misión india MOM Mangalyaan (75 millones de dólares)-, pero, o carecen de la complejidad de los instrumentos científicos de Philae o sus objetivos no pasan por posarse en la superficie de un mundo (que siempre es más complejo que situarse en órbita).
Coste de algunas misiones marcianas. MGS: Mars Global Surveyor. MRO: Mars Reconnaissance Orbiter.
Coste de algunas misiones marcianas. MGS: Mars Global Surveyor. MRO: Mars Reconnaissance Orbiter.
Coste de algunas sondas de la NASA. LRO: Lunar Rconnaissance Orbiter.
Coste de algunas sondas de la NASA. LRO: Lunar Rconnaissance Orbiter.
O sea, es prácticamente imposible hacer una sonda más barata que Philae con su nivel de instrumentación científica. Y es que Philae no es una ‘simple lavadora’ cuyo objetivo es posarse en el cometa para plantar una bandera, no señor. Philae es un auténtico laboratorio en miniatura (98 kg) con diez instrumentos altamente sofisticados que van desde cámaras hasta espectrómetros de masas, pasando por sensores de temperatura para el subsuelo o cromatógrafos. Ni la Hayabusa ni la Mars Pathfinder disponían de semejante panoplia de instrumentos científicos.
La misión de Philae era tremendamente arriesgada, no solo por ser la primera vez que se intentaba una hazaña de este tipo -¡aterrizar en un cometa, ni más ni menos!-, sino porque la sonda carecía de sistema de propulsión para orientarla y frenarla. La ESA tuvo que diseñar a Philae sin conocer previamente las características del cometa que iba a visitar. Es más, ¡fue diseñada sin saber siquiera qué cometa iba a visitar (el objetivo inicial era el cometa Wirtanen)! Las posibilidades de fracaso eran muy elevadas -quizás hasta del 50%- y, aunque ciertamente la misión podría haber durado mucho más, también hubiera podido desaparecer sin dejar rastro. Es lo que tiene explorar otros mundos por primera vez. Hay ciertos riesgos y debemos asumirlos. Rosetta es una misión única con un objetivo tan fascinante como ambicioso: orbitar un cometa por primera vez (para lo que ha necesitado viajar por el espacio diez años y llevar a cabo cuatro asistencias gravitatorias) y estudiar el incremento de actividad del núcleo durante más de un año a medida que se acerca al Sol.
Lo grave de algunas críticas contra la misión Rosetta que han aparecido en ciertos medios es que revelan lo peor de un periodismo no ya ignorante, sino claramente acientífico, para el cual la ciencia y la tecnología son herramientas malignas que hemos de limitar y controlar. Bajo este punto de vista, cualquier dinero estará mejor invertido en otra cosa que no sea la exploración del espacio. Este tipo de pensamiento no solo es suicida, sino que hace de nosotros seres más pequeños, ruines y oscuros.
Philae era la guinda del pastel de la misión Rosetta, una misión que incluso sin la participación de Philae ya se puede considerar un gran éxito (todavía no un éxito total, pero sí un éxito rotundo). La inversión en la exploración del espacio no solamente es útil, es necesaria. Desde un punto de vista material, el dinero destinado al espacio a través de la ESA se invierte en empresas y organizaciones europeas que crean trabajo y nuevas tecnologías, tecnologías que aumentan la competitividad de la iniciativa privada y que pueden ser aplicadas en múltiples ámbitos de la ‘vida diaria’.
Pero más allá del vil metal, tenemos que tener en cuenta que no vivimos en una burbuja aislada de la realidad, sino en un planeta frágil que forma parte del sistema solar. Explorar nuevos mundos demuestra lo mejor de lo que somos capaces como especie, pero también nos ayuda a entender un universo que a veces es hostil y que en cualquier momento puede volverse en contra nuestra. Philae y Rosetta son los emisarios de la humanidad ahí fuera, auténticos pioneros que se adentran en lo desconocido. Y los hemos construido en Europa. Es algo de lo que deberíamos estar orgullosos.
21d
Philae logró llegar a la superficie del cometa (ESA).

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